FALLO XXXV PREMIO NACIONAL DE POESÍA CONRADO BLANCO LEÓN

By zbmg7, 14 de julio de 2023

Reunidos los componentes del jurado calificador, compuesto por los poetas Adolfo Alonso Ares, Andrés Martínez Oria, Toño Odón Alonso, Victor Santos Vázquez (en calidad de coordinador y secretario del premio 2023) y Luisa Arias (en calidad de secretaria de la Fundación Conrado Blanco) fallaron a favor del poema titulado: “María Casares regresa en tren a Madrid el 19 de julio de 1976”, que formaba parte de los catorce finalistas seleccionados de entre los 180 poemas recibidos a concurso.

Abierta la plica, resultó ser su autor: Miguel Anxo Fernán Vello.

El premio, dotado con 2.000 €, trofeo, diploma y lote de libros, será entregado en el Recital de Poesía para Vencejos que tendrá lugar el día 6 de agosto en el Parque Charo González de La Bañeza.

SOBRE LA OBRA

En el poema “María Casares regresa en tren a Madrid el 19 de julio de 1976”, Miguel Anxo rememora el pasado de la actriz de cine y teatro María Casares y su partida en tren hacia Francia dejando atrás su infancia no olvidada. Años más tarde, María volverá a tomar ese mismo tren en su regreso, con nostalgias, recuerdos y esperanzas.

Según palabras del propio poeta, es una obra elaborada a partir de su vivencia personal con María Casares a la que conoció en París, y que en este poema habla en primera persona para abrir su alma y corazón y contar los sentimientos guardados a lo largo del tiempo y realizar una catarsis del pasados y una apertura al futuro que anhelaba.

OBRA GANADORA

MARÍA CASARES REGRESA EN TREN A MADRID EL 19 DE JULIO DE 1976

MIGUEL ANXO FERNÁN VELLO

El ruido azul de la muerte que siempre estuvo ahí.
El mudo largo son que nunca me dejó.
La resonancia de las noches nevada en mi cuerpo.
El eco insomne de un astro cicatrizando en mí.
Cuando arde el tránsito como una llama en la lejanía
y me roza la piel,
pues estaba escrito en el tiempo este viaje
que algún día yo haría.
Quema ahora en mi frente la estrella del recuerdo

y yo soy lo que fui: la sangre de las lunas
como un dédalo abierto en mi sangre,
un nervio terrestre que viene de mi origen
y el brumoso dolor mordido por los días.

Yo llevo aquí, apretada en las manos, la flor herida de la existencia.

Y cuando ahora regreso, después de tantos años,
a una tierra que hizo de mí una desconocida;
cuando siento en el pecho una raíz aún que me anuda a estos campos
que recorro sonámbulos en el pensamiento;
cuando golpea ahora en la memoria la imagen del pasado
y amordaza de súbito mi aliento de la infancia
que se ahogó para siempre,
yo palpo en mí un temblor que nunca tuvo nombre.

Pasaron los inviernos
y el frío en los caminos que labraba mi paso
—el desorden que ilumina el naufragio,
el andar estrangulado del destino:
furia que guardo para sentirme viva—;
y de repente se enciende una hendidura
entre la violácea espina que he vivido
y la polvareda confusa del futuro.

Yo siempre viajo en tren porque mi sueño
es un río de espejos muertos.

Esa simetría de la ceniza en el alma que camina.

Ese túnel que exhala lo oscuro.

Mas el regreso es una nueva esperanza
y en mi pecho anida una extraña ternura.
De tanta luz quebrada sobre mí,
de tanto extravío en la semilla de la ausencia,
aquella sombra negra perfumada de negro
y aquellos días de cólera y martirio,

yo se que él está conmigo:
allá en lo hondo de lo que ya no existe,
atado a mí por un hilo invisible,
en un latido aún vivo por encima del tiempo.

Padre mío perdido en todos mis laberintos,
padre mío en lo íntimo de todos mis silencios.
Yo no sabré decirte por que me tiembla ahora
la vida que viví y el tiempo en el que vivo.
Si yo pudiese tocar tu frente
soñarían en mí los crepúsculos amados contigo,
los versos que leías cuando yo era una niña,
las horas felices del paseo a la orilla del mar
ardiendo en nuestros ojos.

Ahora, pasada la frontera,
regresa a mí el pozo de otra vida.

Se abre aquí estremecido un hueco de certeza,
vibra como un gemido el poema de mi carne,
la rosa que aún germina en el futuro.

Y una estrella negra, tal vez, se apague para siempre en la frente.

Mi nombre, María, resplandece aún en el horizonte.

EL AUTOR

Miguel Anxo Fernán Vello (nació en Cospeito, Lugo, 1958), actualmente reside en Carballo (Coruña), poeta, dramaturgo y editor, realizó estudios de Psicología, Filología y Música (Guitarra Clásica).

Fue secretario de la Asociación de Escritores de Galicia, presidente del Gremio de Editores (AGE) y fundador de la empresa editora Espiral Maior (1991).

Como poeta está en posesión del Premio Nacional de la Crítica Española, obtenido en dos ocasiones (1985 y 2005), y fue finalista del Premio Nacional de Literatura con el libro Seivas de amor e tránsito (1985) y del Premio Nacional de Poesía, también en dos ocasiones, con los libros As certezas do clima (1997) y Territorio da desaparición (2005).

Autor de 15 libros de poemas, su obra fue reconocida, entre otros, con los premios Celso Emilio Ferreiro del Concello de Vigo, Esquío, Xacobeo (Xunta de Galicia), Martín Códax, Miguel González Garcés de la Diputación de A Coruña, Federación de Libreros de Galicia (Mejor Autor 2005), Asociación de Escritores en Lingua Galega (Mejor Autor 2005), Cidade de Ourense y Afundación, de la corporación bancaria Abanca.

Con varios libros traducidos al francés, castellano, catalán e italiano, su obra fue también traducida, entre otros idiomas, al inglés, alemán, árabe, ruso, polaco, chino y portugués, y figura en la antología universal “De tots els vents” (2004), publicada en Barcelona por Miquel Desclot.

En el año 2001 la Orquesta Sinfónica de Galicia estrenó su cantata “Cantiga Finisterrae”, con música de Juan Durán.

Fue diputado en el Congreso en la XI y XII Legislaturas, y ejerció como Secretario de la Comisión de Cultura, formando parte de la subcomisión extraordinaria que elaboró el Estatuto del Artista.