Tu réclamais le Soir; il descend; le voici:
Une atmosphère obscure enveloppe la ville,
Charles Baudelaire
Les Fleurs du mal CLIX Recueillement
Desde las galerías más altas del desvelo, siento a mano
el frío respirar de la ciudad lejana, su marea
de luces indecisas que dan el sí y el no de cada instante
¿Pero quién las habita, cómo es la minuciosa piel amante,
cuánto murmura el yeso, dónde se guarda el miedo, qué oleaje
de nombres y de manos se agita en cada nicho?
Una exacta anarquía determina la senda de la noche
cuya negrura tiene los minutos contados
y hasta la brisa ciega lleva su paso escrito.
Ninguna oscuridad es inservible, ni existe luz baldía,
pero nadie descifra los números de barro
en donde está cautivo su presente
Con las hebras de luz que parpadean en la túnica oscura,
innumerables seres van tejiendo el pronóstico seguro
del más incierto memorial de sangre.
Desconocidos íntimos, breves constelaciones caedizas
que al respirar de amor o crepitar de odio descomponen su ánima
como va consumiéndose la cera mientras su llama crece.
¡Quisiera estar presente en esa vida inmensa y sofocada
cuyo silencio atruena y que va prescribiendo ante mis manos
como una propiedad inalcanzable!
La sufro como un roce que la noche me brinda en una falsa
proximidad lejana y en mi interior fermenta
la desesperación de no entrar en su abrazo
Pero estoy junto a ti, desconocida súbita
a quien encuentro en el más puro instante ¡Oh delicada
minucia portentosa, que la noche me acerca
sin otra certidumbre que su caducidad!
¡Mira esas luces mínimas rodeados de frío
abrigando una vida que crece cuesta abajo!
Ellas somos nosotros. ¿Lo sabías? ¡Espera!
¡Concédeme tu piel de escalofrío
y toma mi ración de incertidumbre!
Acepta mi pobreza generosa,
que es el modo de amor que tengo a mano,
para salvarnos juntos respirando la lumbre de la noche.
Unamos nuestras leves provisiones de angustia
para fundar un solo cuerpo denso, un cuerpo limpio
que no tenga memoria y viva en el instante.
Decisivos y unánimes, seremos como dioses
que no existen, pero alumbran el caos y sustentan el día
cuando enferma de sombras la esperanza
Estoy amando en ti todo lo que no alcanza mi indigencia
pues, cuando te acaricio, recibo el empujón de lo inasible
y el olor a inminencia con que despierta el beso
¡Qué tumulto feliz la gran humanidad que estamos siendo!
En tan vasto presente, nos vamos a besar hace veinte años
con la sonrisa de mañana mismo
Vamos a donde fuere, en una misma gota de tiniebla
ignorando a sabiendas que nuestros pasos llevan
a los rincones últimos donde un siglo es ceniza
Si resiste el abrazo a tanta noche,
cuando llegue la luz, arribaremos a un estar sencillo
que tenga la dulzura esplendorosa del sudor cotidiano.
En esta hora hecha añicos, yo te juro
sobre la piedra suave de tu cuerpo indudable, que mañana
haremos pie en el mundo que amanezca
Ese mundo de raro parentesco
donde estuvimos siempre, pero nunca
llegamos a entender ni supimos vivirlo.
* * *
Francisco García Marquina, 2013